Friday, July 04, 2008

EL COCODRILO


Es el nombre de un bar. Un amplio bar con salón de celebraciones en La Mosca. Así se llama el sitio donde está. Un barrio castigado primero por las riadas del Jaboneros (un río que no es río, un arroyo que tampoco lo es y un caudal desbordante cuando llueve) y después por una maldita autovía que les cruza por encima. El autor del proyecto no tuvo mejores ideas que poner un viaducto justo justo por encima del barrio. No pasa nada, coches y camiones por la autovía, pero es molesto, "cuando menos molesto", volveremos a citar a Borges. La Mosca tiene peculiaridades, hay por ejemplo un cante que se llama… ¿cómo se llama? Bien es un cante especial y propio del sitio. En realidad es propio de toda la cuenca del Jaboneros hacia arriba, pero no hay mucha población, salvo en La Mosca, en un sitio tan lóbrego, cuando toca, tan florido y verde cuando llueve, tan salvaje en definitiva, tan abrupto. Porque es todo monte hacia arriba. Pasada La Mosca, si se sube por las escasas riveras del arroyo, hay almendros, olivos y sobre todo tomillo, hinojo, romero, lavanda y mucha maraña, y todo ello a los piés del San Antón, que ahí es nada. Con la humedad del otoño o del invierno vienen los espárragos. Qué planta. Muerta todo el verano y caen dos gotas, se pone verde y encima crecen tallos nuevos que bien cocinados son de lo que no hay. Hay que buscarlos y encontrarlos. Parece que todo lo bueno se esconde. Los espárragos trigueros, también. La Mosca, que era a lo que íbamos al principio, es un lugar pequeño (¿quizá su nombre responde a ello?) humilde y fundamentalmente autoconstruido. Es decir las casas del barrio fueron hechas con el esfuerzo y sudor, y los ladrillos y la cal, de los que las habitan. Y ahí está EL COCODRILO. En un buen supuesto uno tendría la impresión previa de que va a un sitio de música country en pleno centro del estado de Misuri, pongamos por caso. Pero no. Falta la música Country. Por lo demás, el local es parecido a cualquier lugar de esos que aparecen en las películas americanas de carretera. Más mierda, sí, pero parecido. Buen café, cerveza de botella y mucha gente del barrio que entra y sale, que pide y no pide, que pide que les fíen y no les fían, que busca nada y no lo encuentra, que está y no está pero que siempre saluda al que entra, aunque no sea conocido, como es mi caso.

Tuesday, July 01, 2008

FRUTAS DEL BARRIO.


Ahora quizá, con el paso de los años no haya tantos árboles como cuando era niño en ese barrio burgués y hermosos que en primavera y verano aparecía cargado de frutos en jardines y árboles que se desbordaban hacia las aceras. Conviene aclarar que el barrio es burgués en su parte alta, pero que fue de humildes pescadores en la orilla del mar, aunque ahora aquello ya no es lo que era. Conviene aclarar también, ya que estamos, que nada es lo que era. Los frutos. La arboleda que quedó grabada en mi memoria estaba formada por las siguientes especies: naranjas, limones, nísperos, chirimoyos, aguacates, melocotones, almendras, higos (y brevas, aunque menos) y algún ejemplar de caqui. Había también granados y desde luego infinidad de arbustos y plantas de las que no sabría decir mucho más que eran muy hermosas aunque no dieran frutos. Ya subiendo hacia la zona más montañosa de PEDREGALEJO (ahora llamada Cerrado de Calderón y de otras formas) se podían coger algarrobas. Hubo una vez un huerto dónde los granados se apegaban unos con otros y dónde era fácil robar la fruta, aunque eso sí, el dueño del huerto no dudaba, si debía, en hacer uso disuasorio, supongo, de una escopeta que tiraba cartuchos de sal. Afortunadamente nunca tuvimos percances. Estaba el terreno en la curva primera de la calle JUAN VALERA y se accedía a él por lo que entonces era un sendero y creo que hoy es la entrada a unos grandes bloques de pisos que ascienden hasta otra curva de la misma calle, metros más arriba. Esto es difícil de explicar: los pisos están construidos junto a la ladera de un monte y por tanto tienen entrada por dos lados de la misma calle que es un camino retorcido que une JUAN SEBASTIÁN ELCANO con la zona alta del colegio de las esclavas. El huerto estaba exactamente en una especie de pequeño valle que se extendía desde el barranco alto de esta calle hasta las laderas de lo que hoy se llama Calle Pepita Jiménez y que por entonces era monte puro y duro. ¡Anda que no comimos buenas granadas en aquel lugar de sombra y frescor!